TEXTO

    CONTRA NUESTRA VOLUNTAD

 

 

Las mujeres son entrenadas para ser víctimas de violaciones. Simplemente aprender la palabra "violación" es instruirse sobre la relación de poder existente entre machos y hembras. Hablar de violación, aunque sea con una risa nerviosa, es aceptar el status especial de víctima de la mujer. Cuando somos niñas, escuchamos los susurros: las niñas son violadas. No los niños. El mensaje es claro. La violación tiene algo que ver con nuestro sexo. La  violación es algo espantoso que les sucede a las mujeres: es la oscuridad en lo alto de las escaleras, el abismo indefinible que está a la vuelta de la esquina, y, a menos que vayamos con cuidado, puede ser nuestro destino.

 

 La violación se desliza en nuestra conciencia infantil por grados imperceptibles. Aun antes de aprender a leer, hemos sido adoctrinadas con una mentalidad de víctimas. Los cuentos de hadas están llenos de un vago espanto, una catástrofe que parece caer sólo sobre las niñas. La dulce y femenina Caperucita Roja va a visitar a su abuela en los bosques. El lobo se regodea en las sombras, contemplando un tierno bocado. Nos enteramos de que Caperucita Roja y su abuela están igualmente indefensas frente a la fuerza y la astucia del lobo. Sus grandes ojos, sus grandes manos, sus grandes dientes: "Para verte mejor, para cogerte mejor, para comerte mejor, querida mía." El lobo se traga a las dos mujeres sin que haya el menor signo de lucha. Pero llega el cazador. El dará su merecido a este egregio delincuente. La fuerza y la astucia del amable cazador son superiores a las del lobo. Con una pirueta de cuchillo, Caperucita Roja y su abuela son rescatadas del interior del estomago de lobo. "Oh, estaba tan oscuro allí dentro -solloza Caperucita-. No volveré a vagar por el bosque mientras viva..." 

 

Caperucita Roja es una parábola de la violación. En los bosques hay aterradoras figuras masculinas -entre otros nombres, las llamamos lobos--, y frente a ellos las mujeres están indefensas. Es mejor atenerse al camino, no ser aventurera. Si tienes suerte, un macho bueno y amigable te salvará de cierto desastre. ("Es gracioso, todos los hombres que conozco quieren protegerme -dice Mae West-. No sé de qué.") En el libro de códigos para cuentos de hadas Jack puede matar gigantes, pero Caperucita Roja debe buscar a un amable cazador para que la proteja. Para quienes duden de que el cuento de Caperucita Roja contiene este lenguaje subliminal, recomiendo que consideren lo bien que se las arregló Pedro con su lobo o aun mejor, las tácticas de supervivencia de los Tres Cerditos (machos). ¿Quién le tiene miedo al gran lobo feroz? Ellos no.

 

 La increíble pasividad de Caperucita Roja entre los dientes del lobo es superada por la Bella Durmiente, que yace inmóvil durante cien años antes de ser despertada por el beso del príncipe. Como lección de sexualidad femenina, el mensaje de la Bella Durmiente es claro. La bella princesa permanece inconmovible hasta la llegada del Señor oportuno. El príncipe es el único que puede despertar a la princesa. Ella no puede arreglárselas sola. Su papel consiste en ser hermosa y pasiva. Blancanieves también permanece inmóvil en su ataúd de cristal, hasta que llega el príncipe. Cenicienta también necesita un príncipe para sacarla de su contorno miserable. Así se define la sexualidad femenina. Hermosa pasividad.

 

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Susan Brownmiller

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