COMENTARIO CRÍTICO-IDEOLÓGICO

                                             

Método deductivo. Actitud de refrendar

La escritora Susan Brownmiller reflexiona en este texto sobre un asunto, el de las violaciones ocasionadas a las mujeres, que constituye una de las peores lacras de nuestra sociedad. Se trata de uno de los grandes temas que, desgraciadamente, poseen una destacada actualidad y una trascendental importancia. Actualidad, porque la violación de niñas y mujeres es un problema que se nos sigue presentando a diario y cuyo final no parece vislumbrarse. Importancia, porque no existe, al menos en nuestros países “civilizados”, un lugar donde no se haya dado más de un caso de violación. Estas dos razones fundamentales son las que motivan que se hable y se escriba abundantemente sobre estos hechos tan lamentables.

A propósito de este problema, la autora sostiene que las mujeres son entrenadas, desde muy pequeñas, para ser víctimas de violaciones por medio de relatos infantiles que van dejando en ellas una huella que las convierte en seres indefensos. Para defender esta tesis, recurre a una serie de argumentos sólidos, entre los que figura el hecho de que todas las protagonistas de cuentos de hadas, como Caperucita, Blancanieves, la Bella Durmiente y Cenicienta son seres débiles que necesitan de la salvación o de la protección masculina, mientras que los protagonistas masculinos de cuentos sí son capaces de defenderse por sí mismos. Tales argumentos nos llevan a nosotros a pensar asimismo que es cierto lo que S. Brownmiller afirma acerca de que la mujer es víctima de violaciones por haber recibido una educación o una instrucción diferente a la recibida por los hombres.

Si continuamos recordando ejemplos de cuentos infantiles, además de los que cita la autora del texto, comprobamos, en efecto, que otros, como “La Bella y la Bestia” y “Juan sin miedo”, nos presentan una misma situación. En el primero, aunque la protagonista intenta ganarse la voluntad de la bestia y le hace frente en ocasiones, permanece largo tiempo en secuestro sin posibilidad de escapatoria. En el segundo, sin embargo, al protagonista masculino se le educa para no tener miedo nunca. Esta diferencia de papeles es la que luego observamos en la sociedad: la niña es frágil y el niño es valiente; en consecuencia, ellos se defienden mejor que ellas.

Pero, además de las lecturas de cuentos de hadas, la educación recibida por las mujeres, particularmente en tiempos pasados, era una educación discriminatoria. Las escuelas y los colegios no eran mixtos. Las chicas recibían las clases de la mano de mujeres, y los chicos, de la mano de los hombres, lo que significaba que, según el sexo, las pautas educativas eran distintas. Es más, había una gran diferencia entre los libros de texto destinados a ellas y los libros destinados a los varones. Parece ser que, por ejemplo, las niñas estudiaban la luna desde el punto de vista estético, y este estudio se ilustraba con una pequeña que se alegraba porque disfrutaba de muñecas y compañía familiar, y la luna le tema envidia porque estaba sola en el firmamento; mientras que los niños, al estudiar la luna, se preguntaban si este astro se movía o las razones por las que cambiaba de tamaño todas las noches. Como se comprueba, la cultura tradicional ha encomendado a hombres y mujeres papeles muy diferentes que han perjudicado a la mujer.

A todo ello se pueden añadir más argumentos que confirman la tesis de la autora del texto.  Concretamente,  en  el  refranero  popular  se  contienen  muchas  máximas  que  han condicionado la libertad de la mujer y su capacidad para defenderse. Por ejemplo, los que dicen: “La mujer honrada, la pierna quebrada, y en casa”, “Mujer con buen palmito, cabeza de chorlito” y “Mujer, la aguja es tu arma” son claros exponentes de los patrones a los que la mujer debía ajustarse en otros tiempos.

Desafortunadamente,  la  sociedad  reproduce  hoy  estos  esquemas  restrictivos  y discriminadores, impidiéndole a la mujer ser protagonista y defenderse como se defienden los hombres. En consecuencia, incluso cuando es mayor, no puede liberarse de las pautas educativas recibidas desde pequeñas, y, llegado el momento de afrontar algún peligro o algún desastre, como el del acoso y la violación, no sabe cómo hacerlo, se siente perdida y sucumbe. Lo que afirmamos se apoya en los múltiples sucesos de esta índole que ocurren en nuestros pueblos y ciudades. Los medios de comunicación nos presentan casi a diario casos de violaciones, de acosos y de malos tratos, incluso de muertes, en los que las víctimas son niñas y mujeres, lo que quiere decir que, todavía hoy, la mujer sigue estando mucho más indefensa que el hombre, y se encuentra desprotegida.

Por lo tanto, confirmamos la tesis que defiende S. Brownmiller, pues, por un lado, la mujer ha recibido en los centros educativos una instrucción poco útil para su defensa ante las adversidades, y, por otro, la cultura tradicional y la sociedad han ido reproduciendo unos esquemas que la han marginado y, en consecuencia, la han discriminado con respecto al hombre.

 

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